Adrián Alonso educa a los hongkoneses del futuro en la ciudad "donde todo el mundo se respeta"

Este ovetense con raíces en el Occidente de Asturias dejó su empleo en el sector bancario en España para reunirse con su compañera en Hong Kong y emprender una nueva vida como profesor de Primaria: "Es lo más enriquecedor que creo que me va a pasar en la vida"

Adrián encontró un sistema educativo donde los alumnos tienen más presión en casa para lograr buenas notas y el respeto hacia los profesores es mayor, pero constata el mismo el impacto negativo de las pantallas sobre los escolares: "Es algo que está en crecimiento, la dificultad para controlarse, para mantener la atención en el aula".

Adrián Alonso y Saray Fernández, en Hong Kong

Adrián Alonso y Saray Fernández, en Hong Kong

Eduardo Lagar

Eduardo Lagar

“Es mucho más enriquecedor trabajar con niños que hacerlo con números en el banco”. El ovetense Adrián Alonso Fueyo, de 35 años, habla por videoconferencia desde su apartamento de Hong Kong. Detrás tiene los adornos de celebración del Año Nuevo chino. Bienvenidos al año de la serpiente, el 4723. Hace cinco años, su vida era radicalmente diferente. Él necesitaba un cambio. En 2019, cómputo occidental, dejó atrás varios años como empleado en el sector bancario en España. Había pasado por distintos destinos, como la fría Jaca, una población de 14.000 habitantes. Luego dejó el banco y saltó a Asia, a la calurosa Hong Kong, una ciudad de casi 8 millones de habitantes, donde encontró empleo como profesor de español y matemáticas de niños de primaria. Su vida es otra. Y dice que mucho mejor.

Adrián Alonso Fueyo es ovetense de 1989 pero sus raíces están en el Occidente de Asturias, a donde va cada vez que regresa a Asturias. “Mi madre es de Villacondide (Coaña) y mi padre de Arberdeiras (El Franco)”. Es hijo de una maestra jubilada y de un camionero en activo. Adrián Alonso estudió Dirección y Administración de Empresas en la Universidad de Oviedo. Aunque trabajó durante ocho años en el sector bancario y llegó al puesto de gerente de empresas,·“sentía que lo que estaba haciendo no me llenaba, quería tener una experiencia internacional”. Su pareja, la berciana de Ponferrada Saray Fernández Rodríguez -a la que había conocido trabajando en el banco-, ya llevaba unos cuatro años en Hong Kong, donde había aterrizado gracias a una beca "Argo" de apoyo al comercio exterior. Adrián quería reunirse con ella. “El banco tenía un programa internacional, solicité un traslado a Asia, pero me dieron México, así que tomé la determinación de pedir una excedencia y me vine para acá a buscarme las castañas”.

Adrián Alonso y Saray Fernández, en Hong Kong

Adrián Alonso y Saray Fernández, en Hong Kong / .

Su nueva vida honkonesa, de entrada, no le encantó precisamente. “Era muy distinto a todo lo que yo conocía”. Llegó a la gran ciudad asiática en enero de 2020, tiempos pandémicos, “el primer día en que mi pareja se tuvo que poner la mascarilla”. Llegó “con el covid golpeando y las oportunidades laborales, claro, muy complicadas”. Y el clima no era precisamente lo que mejor le sentaba: “No soy muy amigo del calor. Para que te hagas una idea, yo vivía en el Pirineo Aragonés y venirme aquí, con temperaturas de treinta y pico grados y más de un 90 por ciento de humedad, no me resultó fácil”.

Laboralmente tuvo que partir de cero. La pregunta era: “¿Cómo me puedo ganar la vida aquí? Entonces tiendes a buscar lo que te hace especial. ¿Y qué aporto yo distinto?, me preguntaba. Pues soy español. En aquel momento Saray, que ahora también es profesora de Business, estaba de profesora particular de español y yo veía que su trabajo: más o menos, seguía estable. Así que me dije: voy a tirar por ahí”. Adrián empezó a formarse y, una vez que obtuvo la titulación, comenzó a impartir clases particulares de español. Luego entró en el colegio que tenían los dominicos en Hong Kong, el Rosaryhill, que posteriormente fue alquilado y ahora se ha convertido en el Dalton School, donde Adrián sigue impartiendo clases.

“Soy profesor de primero de Primaria y el tutor de cuatro de Primaria. Mis alumnos tienen de nueve para diez años”, explica Adrián. Les da clase de Español, Matemáticas y ‘General Studies’. “Es mucho más enriquecedor trabajar con niños que con números en el banco. Ves lo que tú les enseñas, lo que les aportas, los ves crecer cada día, la relación que establecen contigo… A pesar de ser de culturas diferentes, ves la influencia que tú tienes en ellos y la que ellos tienen en ti”. Adrián, que tiene familia en el ámbito de la Educación en España, cree que sus alumnos de Hong Kong “tienen una presión mayor”: “En casa se les presupone que tienen que sacar buenas notas, porque eso les va a abrir las puertas de acceso a una universidad mejor, a un trabajo mejor… Por eso, a todo ese tipo de cuestiones aquí se les da mucha importancia”.

Hay también otra diferencia importante. “Sin ánimo de ofender y desde mi humilde punto de vista, creo que aquí hay ciertos valores relacionados con la figura del profesor que en España se están olvidando un poco. No quisiera ser radical, pero en España cuando hay algún problema entre el alumno y el profesor, desde casa parece como que se predispone a ir a discutir con el profesor, en vez de saber primero qué ha hecho el alumno para que haya tenido un problema con el profesor. Aquí eso no pasa”.

Otra diferencia que Adrián aprecia es que, en educación primaria, el nivel de conocimientos matemáticos es mayor entre su alumnado, como también la importancia que recibe el conocimiento de idiomas. Por el contrario, hay un problema que ya parece universal en todas las aulas del mundo: el efecto de las pantallas sobre el deterioro de la capacidad de atención entre el alumnado. “Es algo que está en crecimiento; la dificultad para controlarse, para mantener la atención en el aula. Por una parte, es muy bueno. Parece que tienen una predisposición natural al manejo de los distintos aparatos electrónicos. Con 9 o 10 años te hacen unas virguerías en diseño con el iPad que no soy capaz de hacer. Pero luego también ves que tienen problemas para concentrarse”.

Adrián es el único de la familia que está en extranjero. Su hermana vive en Navia y su hermano en Arbedeiras. La lejanía la suple con llamadas a través de Whatsapp. “Una hermana de mi abuela fue de aquellos emigrantes asturianos que se marcharon a Cuba y me acuerdo de niño, que era todo por carta: enviarse fotos en el sobre, un paquete postal de vez en cuando... Hoy estamos en contacto diario. Y, bueno, intentamos ir dos veces al año a España. Hay vuelos directos y en unas horas estás en Madrid o Barcelona. Estoy lejos, pero no me siento tan lejos”, añade.

Adrián lleva ya cinco años en Hong Kong y asegura que esta experiencia que está viviendo en Asia “es lo más enriquecedor que creo voy a tener nunca en la vida”. Y eso que al principio no le gustaba, “sobre todo, por la climatología que en verano se me hace complicada. De aquí me gusta mucho el respeto que tienen por los demás. Aquí se huye de la polémica, no les gusta la confrontación, no van a discutir contigo por pequeñeces. Y luego el nivel de seguridad. Aquí es muy complicado que te pase nada”.

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